miércoles, 25 de enero de 2023

R.U.R. (Robots Universales Rossum)

En 1920, agitado por un momento de inspiración, el escritor Karel Čapek acudió a su hermano Josef para pedirle consejo. Aquel pintaba de pie frente a un caballete. Karel tenía una idea para una obra de teatro en la que los seres humanos construían máquinas a su imagen y semejanza para sustituirles en sus ocupaciones. Pero no sabía cómo llamar a estos trabajadores artificiales. Podría llamarlos labori, del latín labor, pensaba Karel, pero sonaría un poco novelesco.

«Entonces llámalos robots», contestó su hermano sin quitarse el pincel de la boca. Así nació la palabra robot, un término que proviene de su lengua materna, ya que, en checo, robota significa sirviente, trabajo forzado; era el periodo de trabajo que un siervo tenía que darle a su señor, el cual oscilaba alrededor de los seis meses. De hecho, deriva de rab, esclavo.

Hay quien piensa que ya aparece en el cuento Opilec, que Josef Capek escribiera en 1917. No es así. La palabra que se empleó allí para describir a un androide fue "autómata".

Es mismo año, Čapek presentaba R.U.R., una obra de teatro que introdujo por primera vez el término robot, y cuya historia contaba la vida en una fábrica de robots diseñados como un proletariado avanzado, más barato y más dócil. El acrónimo hace referencia a Rossumovi Univerzální Roboti (Robots Universales Rossum), el nombre de la compañía que fabrica las máquinas. El mismo apellido Rossum, dueño de la factoría, es un juego de palabras, ya que rozum en checo significa razón.

La obra se representó por primera vez hace un siglo: el 2 de enero de 1921, por el Sindicato de Voluntarios del Teatro Klicper, en Hradec Králové, y el estreno oficial fue en el Teatro Nacional de Praga el 25 de enero de 1921, con unos decorados vanguardistas creados por Bedrich Feuerstein. La obra tuvo un éxito importante y al poco tiempo se llevó a Nueva York en 1922, donde Spencer Tracy hizo de robot en su debut en Broadway, y Londres en 1923. Para ese año ya se había traducido a 30 idiomas y se había convertido en un gran éxito en Europa y EE.UU.

El sueño de crear androides con características humanas ha sido una constante en todas las culturas. Tenemos los ejemplos de las estatuas de oro con inteligencia referidas por Homero en La Ilíada; Talos, el hombre de bronce mencionado por Apolonio de Rodas en su Argonautika; el mito de Pigmalión y el mismo Golem de Praga.

En la época de Čapek, el personaje del Golem era muy popular e inspiró al escritor de manera inconsciente. Comentaba Čapek: «R.U.R. es en realidad una adaptación de la leyenda sobre el Golem a un tiempo moderno. Sin embargo, eso solo se me ocurrió cuando la pieza estuvo terminada. Demonios, en realidad es un Golem, pensé para mis adentros, el robot es un Golem hecho en una fábrica de producción en cadena».

Para Čapek, los robots no eran mecanismos ni materia viva, sino un milagro de las habilidades biológicas y químicas del hombre. No los entendía como máquinas y por eso siempre escribía la palabra Robot con mayúscula. Eran criaturas biológicas en la misma línea que el Frankenstein de la escritora británica Mary Shelley.

La fábula sobre robots perfectos pretendía advertir acerca de los posibles efectos negativos de la tecnología en la humanidad. Čapek proyectó en ella su interés por la tecnología, pero también sus preocupaciones por el futuro de la humanidad, basándose en su experiencia con la terrible destrucción durante la Primera Guerra Mundial. Se trata de una obra envuelta por un intenso sentido dramático, concebida en un periodo de enorme efervescencia cultural.

El argumento (recurrente en la obra del autor) plantea una crítica al sistema capitalista mundial, que aprovecha los robots para cubrir labores que son ingratas al ser humano. Pronto estos humanoides comienzan a ser utilizados como soldados, pues si la muerte de un robot no es lamentable como la de una persona, tampoco tienen sentimientos que interfieran a la hora de eliminar a un enemigo. Todos los países adquieren robots en cantidad, sin entender que al descontrolarse su número se convertirían en una amenaza. Podemos encontrar cierta inquietante similitud con lo que será, en el contexto europeo, el nacionalsocialismo alemán. 

Uno de los problemas que tienen los robots es que carecen de todo tipo de sentimientos, lo que por otro lado es una ventaja para evitar distracciones tales como tocar el violín. El hecho de no sentir dolor alguno genera ciertos problemas en la cadena de producción ya que no se dan cuenta, por ejemplo, que han perdido un brazo y no realizan su tarea convenientemente. 

Helen Glory, miembro de la Liga Humana e hija del presidente de una importante potencia mundial, se compadece de los robots y persuade a sus fabricantes para humanizar a estas criaturas. El doctor Gall encuentra la solución: incorporarles, en pequeña medida, la capacidad de sentir dolor… y ¿por qué no? también alma… Las consecuencias de esta decisión desencadenarán la catástrofe.

Uno de ellos, equipado con un supercerebro para gestionar una biblioteca con todo el saber universal, alcanza tal inteligencia que termina suplicando que le envíen a la trituradora, porque no puede con este mundo.

El problema radica en que el ser humano incluye también una dimensión en la cual se hace presente el mal. Y en este sentido los robots terminan siendo un espejo donde nos reflejamos. Aunque fueron creadas para ayudar a la humanidad, estas máquinas acabarán enfrentándose a ella, iniciando una revolución que la destruirá.

Fue nominado al Nobel de Literatura hasta siete veces. Firme defensor del pragmatismo y la democracia liberal, la Gestapo le había catalogado como "enemigo público número dos" y, cuando entró en Checoslovaquia, fue de los primeros a quienes fue a buscar. Sin embargo, se encontró con que acababa de morir por las complicaciones que le causó un resfriado a su precaria salud. A su hermano, al que se le ocurrió el término robot, sí pudieron capturarlo y murió en el campo de concentración Bergen-Belsen, en abril de 1945. Fueron aniquilados por un populismo que ellos mismos habían vaticinado.