viernes, 24 de marzo de 2023

Cuando la space age entró en nuestros hogares

A partir de la segunda revolución industrial, a finales del siglo XIX, la sociedad comenzó a integrar la tecnología en su vida cotidiana. No es que los utensilios y herramientas carecieran de investigación, sino que el avance en estas materias y el mecanizado condujo al uso de máquinas y aparatos mucho más sofisticados.

El siglo XIX es la época de los grandes inventos: la pila eléctrica de Volta, el barco de vapor, las farolas de gas, la máquina refrigeradora y el hielo industrial, el teléfono eléctrico, la bombilla, la bicicleta, el ascensor hidráulico, la máquina de escribir, la producción industrial…

Todo esto, junto al descubrimiento de nuevos materiales, minerales y aleaciones, impulsó la denominada era de la máquina, que llegaría hasta la segunda guerra mundial.

Durante este periodo, debido al nuevo proceso de producción, se separaron las tareas de concepción y construcción. La mecanización reemplazó el trabajo manual, y esto condujo a una degradación en la calidad del diseño. Las voces críticas llegaron a ser especialmente relevantes durante la Gran Exposición Internacional de 1851. Ésta fue promovida por el príncipe Alberto en el Palacio de Cristal, construido para la ocasión. Pero aquellos prodigios de la tecnología, que intentaban presagiar un futuro de progreso y modernidad, no convencieron por su baja calidad en el aspecto y acabado.

Por este motivo, Henry Cole, un polifacético personaje especializado en artes decorativas, inició un proyecto para conciliar el arte con la industria. Publicó una revista mensual que sembró el germen del movimiento Arts and Crafts, que planteaba un retorno a la producción artesanal y al espíritu medieval como alternativa válida para recuperar el equilibrio entre artes y oficios. Aunque Arts and Crafts lograron revivir la artesanía, no pudieron hacer lo mismo con el diseño aplicado a la industria, que se limitaba a añadir adornos para disfrazar la calidad de los objetos mecanizados.

En Alemania, el arquitecto Hermann Muthesius, trasladó la iniciativa Arts and Crafts al movimiento Werkbund, precursor de la Bauhaus, continuada a su vez por Gropius. Se estaba forjando el camino hacia la abstracción de la forma y el funcionalismo en el diseño industrial.

La era de la máquina también contribuyó a la aparición de la clase media, base consumidora fundamental de esos productos y que a su vez fomentaba la industria. Además, aumentaría el tiempo libre destinado a las actividades de ocio. También es una etapa donde se refuerzan los medios de comunicación, que contribuyen a la difusión de la cultura popular a escala mundial.

Tras ella aparecería la era atómica, en la década de los cincuenta, marcada por la tensión entre las dos grandes potencias militares del momento. En esta época, en la que se creía haber llegado a la cima de la tecnología, se estableció la supremacía científica como meta cultural. La construcción de centrales nucleares abría un horizonte especulativo de riqueza y bienestar. Tal fue el impacto de la energía nuclear, que caló fuertemente en la cultura popular, sin duda fomentada por la propaganda. El arte y el diseño no fueron ajenos, y existe toda una colección de objetos creados en esta época que siguen siendo actuales e inspiran a los nuevos artistas.

Fue una época de automóviles con alerones ornamentales, de logotipos con alusiones a satélites artificiales y propelentes en combustión, de edificios con remates futuristas y aparatosos teléfonos con pantallas de video. Todo esto reflejaba una confianza desmedida en un futuro deslumbrante y una sociedad basada en la especulación sobre la evolución tecnológica. A veces, esta fascinación por llevar la ciencia-ficción a la realidad, convergía en productos más llamativos que útiles y confortables.

Fueron los años del Googie, un estilo futurista originario del sur de California que empleaba las formas geométricas, las vigas de soporte único, el cristal, el acero y el neón como elementos fundamentales. El Googie decoró boleras, moteles, restaurantes y cafeterías entre 1950 y 1970. Los lectores de ciencia-ficción lo conocen también como estilo Raygun Gothic, acuñado por William Gibson en su cuento The Gernsback Continuum. Es uno de los precursores del retrofuturismo.

Uno de los grandes iconos del Googie es la casa Chemosphere, concebida por John Lautner en Mulholland Drive (Los Angeles, California). Consiste en una estructura octogonal de 10 habitaciones y 2 baños, sobre un pilar único de hormigón, a la que sólo se puede acceder mediante un funicular. Con esto demostró que podía construirse una vivienda en una pendiente inhabitable. Era el espíritu de aquellos años. La casa ha inspirado escenarios en varias películas de ciencia-ficción y programas de televisión, como Perdidos en el espacio, Tomorrowland o Más allá del límite, y también se la considera un monumento histórico-cultural de Los Ángeles.

En 1955, cuando se anunciaban las intenciones de lanzar satélites artificiales, Eero Saarinen presentaba los primeros elementos de su colección Tulip, que conecta los aspectos más llamativos de ambas etapas. Constaba de una mesa y sillas de soporte único, con las líneas suaves del modernismo y un uso de materiales vanguardistas. Su estética es tan atractiva y confortable que todavía se sigue comercializando.

Pero la era atómica perdió interés rápidamente. La imposibilidad de llevarla al entorno particular con pequeños aparatos alimentados a base de plutonio, el desarrollo de armas nucleares definitivas y los accidentes en las centrales nucleares, contribuyeron a que dejara de verse con un sentido positivo. Es más, de alguna manera, la sociedad perdió algo de inocencia y esa confianza ciega en la tecnología. Era evidente que no iba a solucionar los problemas del planeta, al menos a corto plazo. Es por ello que surgió una etapa más crítica y ciertamente nostálgica de un pasado que ya no volvería. Dejó de interesarnos el cine de héroes contra amenazas alienígenas y consideramos las opciones reales de una distopía provocada por nosotros mismos. Estoy hablando de nuestra época favorita: la era espacial.

En estos años de guerra fría y crisis de los misiles comenzamos a mirar las estrellas como un posible destino donde empezar de nuevo. Nos volcamos en la carrera espacial y ese modo de entender el progreso de una manera práctica. Las innovaciones tecnológicas y la estética asociada a las agencias espaciales llegaron al diseño de muebles y la cultura pop en general. Se incorporaron nuevos materiales, se simplificaron las líneas y se puso empeño en la forma, la función y la experiencia del usuario.

La investigación en el campo de los polímeros abrió infinitas posibilidades. El plástico y los colores vivos inundaron el mercado. La confianza en los nuevos materiales convertía los diseños en una reflexión sobre la edad moderna. Mientras los astronautas realizaban sus entrenamientos en espectaculares asientos de piloto, los diseñadores tomaban esas ideas y las convertían en arte consumible. Desarrollaban formas futuristas a partir de espuma, plástico, fibra de vidrio y alambre.

Por primera vez los artistas se inspiraban en los bienes de consumo, produciendo una cultura de fácil acceso. El Pop Art reflejaba las imágenes de la publicidad, ironizándola, denunciando un consumismo cuyos objetos mecanizados eran, a su vez, la simbología de sus obras. El arte entraba en los hogares a través de magazines, televisión, magnetófonos, mobiliario de diseño, utensilios, electrodomésticos, ropa, calzado…

La era espacial generaba una cultura que se manifestaba por todas partes, desde los decorados en el cine hasta los juguetes infantiles. La gente compraba lámparas bulbosas y butacas con patrones geométricos y arqueados. Nos contagiamos de la honestidad que transmitían los muebles y aspiramos a un futuro más razonable.

Algunos elementos son icónicos y forman parte de la cultura popular. Por ejemplo, en 1958, Arne Jacobsen diseñó la silla Egg, que se convertiría en la identidad principal de los interiores del Hotel SAS Royal, en Copenhague, Dinamarca. Para el desarrollo de la silla Egg, Jacobsen se basó en un nuevo enfoque tecnológico. En lugar de una estructura de acero y madera, las sillas se moldearon con un material de espuma dura que luego se acolchó y tapizó. El fabricante de muebles Fritz Hansen obtuvo los derechos de este método a mediados de la década de 1950, y Arne Jacobsen fue el primer diseñador en aprovechar todo su potencial. Como un escultor, utilizó estos materiales maleables para trabajar la figura característica de la silla Egg, creando un diseño con una expresión escultórica armoniosa que inmediatamente le valió un lugar central en la historia del diseño. Su silueta curvilínea recuerda las estructuras en forma de vaina de los asientos de piloto.

Sandor Perjesi, maquetista en el estudio de Arne Jacobsen, rememora la época en que trabajó con éste en la silla: «Recuerdo la primera vez que fuimos a una casa de campo cerca de Tissø para trabajar en la Egg. Metimos el modelo de yeso en mi coche y pasamos un fin de semana completo agregando y limando material. Avanzando y retrocediendo, como la escultura clásica».

Ese mismo año, Verner Panton, quien había trabajado en el estudio de Jacobsen, diseñó la silla Heart, que se fabricó en una pequeña serie para el restaurante Kom-Igen. La silla consta de una estructura cónica de metal que gira en su base sobre un pie de metal en forma de cruz. La parte posterior del cono y el cojín que se encaja en su abertura están tapizados en tela. Con esta silla, Panton dio la vuelta a la convención al invertir el cono, creando un efecto que era a la vez futurista y novedoso.

En 1960, de nuevo Verner Panton presentaba su lámpara Moon. Consiste en diez láminas anulares colocadas como un abanico para proyectar luz ambiental, suave y sin deslumbramiento. Las aspas reflejan y filtran la luz; el colgante cambia su apariencia según el ángulo de visión.

En 1961, Poul M. Volther concibe la silla Corona, cuyo diseño termina en 1964 y a su vez estaba inspirado en otra de sus obras llamada Pyramid. Se basaba en una serie de cojines separados por espacios abiertos para economizar materiales difíciles de conseguir tras la Segunda Guerra Mundial. La idea era permitir que el cuerpo descansara en varias posiciones gracias a sus cojines inflables elípticos. La silla Corona tuvo varias modificaciones y pasó bastante desapercibida hasta el modelo final, presentado en la feria de Colonia de 1997, cuando fue un éxito rotundo. Se utilizó en la Cumbre de la UE de 2002 en Copenhague, un año después de la muerte de Volther. Pudimos verla en la película Casino Royale, de John Huston, o la serie Mad Men.

En 1963, el diseñador finlandés Eero Aarnio concibió la Ball Chair. Con toda seguridad es uno de los mayores iconos de la era espacial y la cultura pop. De carácter provocador, Eero Aarnio era todavía un desconocido que soñaba con crear un mueble que la gente recordara, que tuviera que detenerse si se cruzaba con él en algún escaparate. Familiarizado con la fibra de vidrio por su afición a los barcos veleros, se planteó usar este material en su sector profesional. Decidido a buscar una forma muy sencilla dibujó media esfera, en cuyo hueco podría alojarse una o varias personas. Para definir el interior utilizó unas costillas de madera contrachapada al estilo del fuselaje de los aviones. Esto la hizo más ligera. Luego añadió un tapizado y colocó una base giratoria desmontable. Ya tenía una idea funcional y muy futurista, de geometría estricta, capaz de ofrecer un microambiente que recordaba a las cápsulas espaciales. La Ball Chair ha aparecido en películas como Tommy o Mars Attacks! También pudimos verla en la serie El Prisionero, de George Markstein. Ha sido utilizada en campañas publicitarias, así como numerosos espacios públicos y privados. Comenzó a producirse en serie en 1966.

Todavía en 1963, Joe Colombo diseña su sillón Elda, inspirado en los cascos de barco moldeados a mano a partir de fibra de vidrio. Se trata de un sillón espacioso y futurista en el que siete cojines de cuero desmontables se enganchan a la carcasa sobre una base giratoria. Su aspecto de vaina transmite una sensación de poder y recogimiento, como si abrazase el cuerpo. Colombo anticipó que el profundo impacto de la tecnología en la sociedad permitiría cada vez más a las personas retirarse a los espacios privados de sus propios hogares. Aparece en las películas Hibernatus, La espía que me amó, Los juegos del hambre y las series UFO, Espacio 1999, Star Trek y Doctor Who. Le puso el nombre en honor a su esposa. Comenzó a fabricarse por la marca italiana Comfort dos años más tarde. 

En 1964, Olivier Mourgue presenta la silla Djinn, que hace referencia a un genio o espíritu del islam capaz de cambiar de forma. También se la conoce como silla 2001, por aparecer en el largometraje de Stanley Kubrick. A todos nos llamó la atención cuando reparamos en ella al entrar el Dr. Floyd en el vestíbulo Hilton de la Estación Espacial Cinco. Con su silueta ondulada y baja, que capta el estilo informal de la época, las Djinns están fabricadas con acero tubular cubierto de un acolchado de espuma y tapizados en tela de punto. Lamentablemente el poliéster tiende a degradarse con el tiempo, pero Olivier Mourgue, que en aquella época trabajaba para el fabricante francés Airborne, sentenciaba que «las cosas deberían tener una vida corta».

Ese mismo año, Pierre Paulin diseña su butaca F598, que sería fabricada por Artifort a partir de 1970. Estaba pensada inicialmente para oficinas, vestíbulos y hoteles, por su facilidad para limpiar por debajo sin desplazarla. Consiste en un cuerpo en forma de M. También se la conoce como Groovy Chair por sus curvas sinuosas. Es indudablemente vanguardista al tiempo que cómoda. Existen diferentes modelos con pequeñas variaciones. El precio por una original en buenas condiciones puede ser bastante elevado.

En 1965, la lámpara de mesa Nesso, diseñada por Giancarlo Mattioli ganó el concurso Studio Artemide Domus. Fabricada con policarbonato, su apariencia orgánica y minimalista emite luz difusa y directa. El modelo de color naranja aparece en la serie UFO (1970). Dos años más tarde, Mattioli presentó Nessino, una versión reducida que se adapta a cualquier lugar del hogar. Tuvo el mismo éxito que su hermana mayor y refleja de manera brillante el espíritu de los años sesenta.

Todavía en 1965, Vico Magistretti concibe su lámpara Eclisse, que ganó el premio Compasso d'Oro dos años más tarde, y se convirtió en embajador del diseño italiano en todo el mundo. Eclisse es un proyecto vanguardista que acecha el equilibrio entre forma y función, diseño y utilidad. La base del concepto radica en su funcionalidad para ajustar la intensidad de la luz a través de una pantalla interna giratoria que oculta la fuente de luz. De hecho, con una carcasa exterior fija y otra interior móvil, ambas semiesféricas, como la propia base, la lámpara puede proporcionar luz directa o difusa según la posición de la pantalla. Así, cuando se cierra, la luz únicamente brilla a través de la hendidura perimetral entre ambas semiesferas, lo que produce un efecto de eclipse total, de ahí su nombre. Además de mesa, también se puede montar en la pared, destacando de nuevo su sencillez geométrica fabricada en metal. Eclisse es parte de la colección permanente de museos como el MoMa de Nueva York y el Triennale Design Museum de Milán.

En 1966, Joe Colombo diseña su lámpara KD29, que comenzaría a producirse un año más tarde por la empresa Kartell. Es una estructura de plástico ABS (acrilonitrilo butadieno estireno) con aspecto de cilindro abierto, que sustenta el difusor compuesto por dos semiesferas de metacrilato translúcido. La base actúa como bandeja con compartimentos para guardar objetos de oficina y alberga el interruptor. Los diseños de Colombo solían ser redondos, audaces y optimistas. En general, los creadores de esta época se sentían muy atraídos por los objetos que no se parecían en nada a cualquier cosa anterior.

Nacido en Milán en 1930, el diseñador Cesare Colombo, que luego se hizo llamar Joe, llegó al diseño relativamente tarde, ya que pasó la mayor parte de sus veinte años dedicándose a la pintura y la escultura. En 1951 se unió al Movimento Nucleare. Estimulado por la ansiedad internacional en torno a la bomba nuclear, este grupo de pintores pretendía romper con los límites estáticos de la pintura tradicional. En 1953, Colombo hizo su primera incursión en el diseño al crear un techo decorativo para un club de jazz de Milán. Inspirado por estas experiencias, Colombo se matriculó como estudiante de arquitectura en el Politécnico de Milán. Cuando su padre enfermó en 1958, Colombo abandonó por completo la pintura, y junto a su hermano menor, Gianni, se hicieron cargo del negocio familiar, utilizando la fábrica como un espacio experimental para las últimas técnicas y materiales de producción, incluidos la fibra de vidrio, el PVC y el polietileno. Lamentablemente nos abandonó a los 41 años a causa de una insuficiencia cardíaca.

De nuevo, en 1966, Pierre Paulin presenta su silla Ribbon, para Artifort. Su diseño minimalista y estilizado la convierten en uno de los diseños más bonitos de la era espacial. Es ergonómica, estilizada y sencilla. Sensual a su manera de recipiente. En una palabra: elegante. Es un elemento decorativo fabricado para adaptarse perfectamente al cuerpo humano. Su hermosa silueta fluida se compone de una estructura de metal con muelles horizontales, recubierta de espuma y tejido elástico, además de un pedestal de madera prensada lacada. El nombre Ribbon, significa cinta, pues su aspecto asimétrico, como una lengüeta, recuerda la maleabilidad de una goma arrojada de cualquier manera. Todavía se produce actualmente y pudimos verla en la película Blade Runner 2049, cuando Luv ordena un ataque con drones desde la sede de la Corporación Wallace.

En agosto de 1967 se presentó por primera vez al público la silla Panton, el diseño más conocido y quizás el más significativo de Verner Panton. Desde entonces se ha producido en cuatro versiones diferentes a partir de cuatro tipos diferentes de plástico y con la ayuda de diferentes tipos de tecnología de producción. Pero la idea original se remonta a 1956.

Panton parece haber estado experimentando con la idea de una silla Cantilever, construida a partir de una sola sección de material ya en 1956, con motivo de un concurso de muebles de la firma WK-Möbel. Hay bocetos de 1958/59 que ya prefiguran claramente la silla Panton, con su elegante perfil de “S” apilable. Poco tiempo después, Verner tenía un modelo a escala real de su concepto hecho de poliestireno que no era adecuado para sentarse, pero que lo ayudaría a encontrar un fabricante. Hoy en día, este modelo, que a menudo se describe incorrectamente como un prototipo, forma parte de la colección del Museo del Diseño de Vitra y muestra diferencias significativas con respecto a la posterior silla Panton. A principios de los años sesenta, Panton entró en contacto con Willi Fehlbaum, el director gerente de Vitra en ese momento, quien indicó su disposición a desarrollar la silla hasta la etapa de producción en serie. Panton se mudó con su familia a Basilea. Sin embargo, no fue hasta los años entre 1965 y 1967 que el trabajo de desarrollo de la silla se impulsó de forma intensa. Solo desde 1999 ha sido posible producir esta sinuosa y antropomórfica silla de acuerdo con su concepción original de plástico duradero teñido con un acabado mate brillante.

El sillón President Meteor Lounge 265 fue diseñado por Steen Ostergaard en 1968, como parte de la colección A-Line, para CADO. Su pieza única está fabricada con poliamida (nylon) reforzada con fibra de vidrio. Sobre ésta se haya un tapizado de poliéster. La silla es antiestática y no se puede delaminar. Originalmente se distribuyó en seis colores. En el momento de su producción se fundió en el molde de inyección más grande del mundo. Tiene un accesorio reposapiés compuesto por dos piezas atornilladas. Posee la anécdota de haber sido moldeada directamente en el piso de la base de la NASA en Houston para evitar que se moviera durante las vibraciones de los lanzamientos. Pudimos verla en la serie original Star Trek y el largometraje Star Trek 2: La ira de Khan.

Ese mismo año, Studio G, o lo que es lo mismo, el equipo de Harvey Guzzini, diseñó la lámpara de mesa Clan. Sobre una base cilíndrica de plástico PVC blanco descansa una semiesfera que contiene la pantalla de vidrio. La primera impresión es la del casco de un cosmonauta. En algunos modelos, la pantalla tiene un degradado marrón acrílico rematada con un anillo de hierro cromado. Como en muchos otros productos, se diseñaron varios modelos: de pie, colgante, empotrada y en tamaño reducido. La base se fabricó en tubo de hierro cromado, antes que en PVC.

Hay que aclarar que Harvey Guzzini no era un diseñador sino el nombre de una empresa de lámparas, fundada por los hermanos Guzzini. Estos se inspiraron en la película Harvey, protagonizada por James Stewart. Al principio solo fabricaban objetos decorativos chapados en cobre, pero más tarde ampliaron la producción para incluir iluminación colgante, apliques y lámparas de mesa.

En 1969, Joe Colombo presenta el carrito Boby Trolley, toda una declaración de principios que ha sido adoptado por diseñadores, artistas y multitud de profesionales de todos los ámbitos. Y es que, con un precio asequible, todavía se sigue fabricando en diferentes modelos según su capacidad de almacenamiento.

Consiste en un carrito de cuatro ruedas con estantes abiertos y cajones deslizantes sobre un eje. Inyectado en plástico, el tamaño de los estantes coincide con papel A4. Fue un éxito inmediato por su aspecto sencillo y práctico, a la vez que bonito, a su manera. Puede localizarse en infinidad de estudios, donde suele colarse en las fotografías de marca. Y también ha estado presente en el cine y la televisión, apareciendo desde la serie Espacio 1999 hasta la reciente producción Oblivion.

En 1970, y con veinte años, Jan Ekselius ideó ​​la silla Etcetera como prototipo para el taller de su escuela en el Royal College of Art de Londres. Este modelo se convirtió en una pieza icónica en el momento y le aportó reconocimiento mundial. Ekselius nació en Suecia y supo ilustrar el momento de crecimiento económico que vivía su país. Captó la explosión de ideologías y movimientos que nacieron durante esos años y los reflejó en una pieza que cuestiona la funcionalidad y pone en duda el uso de cada espacio. Así nace Etcetera, un concepto exhibido en los principales museos de arte y diseño. Llama la atención su simpática irreverencia. Pero también lo hace su sencillez y el modo en que parece plegarse sobre sí misma. En el fondo consta de acero doblado recubierto de tela acolchada. Etcetera lo componen tres piezas: una silla, una butaca y un reposapiés.

Entre 1968 y 1972, la corporación química Bayer alquiló el Loreley, un barco de excursión, durante la Feria del Mueble de Colonia. Este quedó a disposición de varios diseñadores conocidos para transformarlo en un espacio de exhibición temporal sobre el tema de la vida contemporánea. El foro se utilizó para presentar los últimos desarrollos en textiles para interiores. Al colaborar con destacados diseñadores contemporáneos, la intención era complementar las posibilidades técnicas y los usos prácticos de las fibras artificiales de Bayer con aspectos estéticos y artísticos, con el diseñador sirviendo como un enlace entre el fabricante y el consumidor final. Estas exposiciones ofrecieron a los diseñadores una plataforma para presentar ideas nuevas y revolucionarias, promovieron el debate público y la importancia cultural de la vida residencial, y proporcionaron a la industria una nueva inspiración.

Verner Panton participó en Visiona 0 y Visiona 2; Joe Colombo en Visiona 1, y Olivier Mourgue en Visiona 3. A nosotros nos interesa especialmente Visiona 2, que se centró por completo en la cuestión de vivir en el mundo del mañana. Verner Panton Rompió la comprensión tradicional del espacio con su clara atribución de funciones. Para esto, diseñó muebles, textiles, iluminación, revestimientos de paredes y techos, que formaron, en arreglos muy imaginativos, una serie de espacios muy diferentes. Como componente integrador, desarrolló un concepto de iluminación y sonidos atmosféricos para los espacios individuales. El resultado fue la Phantasy Landscape, clímax y pieza central de Visiona 2. Esta sala descartó todas las nociones tradicionales de arquitectura: los pisos, paredes, techos y muebles parecían estar creados de un único molde, mezclándose entre sí. Las formas se reinterpretaban para emerger del propio espacio tratando de establecer una conexión orgánica con los residentes.

En 1972, Artemide fabrica la lámpara de pie Pileo, de la arquitecta, escenógrafa y diseñadora italiana Gae Aulenti. Esta lámpara se compone de dos piezas geométricas simples, un cilindro y una esfera, que se combinan para crear una llamativa estructura que transmite futurismo desde todos sus ángulos. Fabricada con aluminio lacado en blanco, la pantalla, a modo de visera, se puede subir o bajar para regular la intensidad luminosa. Existe un modelo de mesa al que llamó Pileino.

A pesar de formar parte de un movimiento radical, donde observamos un endurecimiento del diseño, el núcleo de su trabajo no tenía presunciones utópicas. Concibió objetos y entornos conscientemente provisionales, y destacó la naturaleza insostenible de cualquier predicción futura. La propia Aulenti comentaba: «Si miro las lámparas que hice, nunca las veo como máquinas para producir luz. Son formas sugeridas por el trabajo que estaba haciendo en ese momento para un espacio en particular. Fueron allí primero y luego pasaron a la producción, partieron a un destino completamente nuevo».

Pudimos ver la lámpara Pileo en la serie Doctor Who (en algún episodio de los años setenta, e incluso dentro de la Tardis, de 2010 a 2012) y también en la serie Espacio 1999, que merece un apunte especial.

Espacio 1999 fue la última serie creada por el matrimonio entre Gerry y Sylvia Anderson. Constaba de dos temporadas de 24 episodios cada una y fue la más cara producida hasta ese momento para la televisión británica. La premisa era un accidente nuclear, que arrancaba la Luna de su órbita y la convertía en una viajera del espacio junto al personal de la base que estaba allí en ese momento. Estrenada en España en 1976, pronto llamó la atención por sus efectos especiales, su carácter melancólico y unos decorados meticulosos donde el blanco intenso dominaba el campo visual.

Se incluyeron muchos elementos de los que hemos hablado en este monográfico, como la lámpara de mesa Sorella, de Harvey Guzzini; la lámpara de pie Pileo, de Gae Aulenti; el sillón Elda y el carrito Boby Trolley, de Joe Colombo, la silla Ribbon, de Pierre Paulin o la silla Gaudí, de Vico Magistretti. El diseño de producción corría a cargo de Keith Wilson y los efectos especiales eran obra de Brian Johnson, quienes ya se conocían por trabajar anteriormente en la serie Thunderbirds o la película 2001, Odisea en el Espacio, y posteriormente en Alien 8 y Starwars: El imperio contraataca. La banda sonora estaba casi exclusivamente formada por música de librería, con obras de Barry Gray, Cecil Leuter, Mike Hankinson y Georges Teperino.

Como ha sucedido tantas otras veces, el orden de los episodios no fue el correcto en España, pero eso no impidió que muchos aficionados a la ciencia-ficción disfrutasen de esa producción que ya se ha convertido una serie de culto.

El cine recurrió a estos diseños para dotar de verosimilitud a sus producciones. Stanley Kubrick nos dejó ver la mesa de escritorio Action Office, de Herman Miller, en su largometraje 2001, Odisea en el espacio. Allí también aparecían varios modelos de la silla Djinn, de Olivier Mourgue, así como el sillón Modelo 42, de Geoffrey Harcourt, un juego de cubiertos de Arne Jacobsen o una mesa baja estilo Tulip, con base roja, probablemente fabricada para estar a juego con las sillas Djinn.

Kubrick empleó un gran departamento de arte y muchos especialistas, incluido el asesor científico Frederick Ordway, la diseñadora de escenarios y efectos visuales Joy Cuff, el supervisor de efectos especiales Douglas Trumbull y el gurú del departamento de arte Harry Lange, para ayudarle a realizar su visión del espacio.

El espectacular sofá DS-1025, del suizo Ubald Klug formó parte de los decorados de La Fuga de Logan y las series Doctor Who y Los Siete de Blake. Su espectacular diseño en terrazas o bancales es muy glamoroso. Un placer culpable con más sentido estético que funcional. Pero sus dos módulos se combinan de varias maneras para crear un ambiente deliciosamente futurista.

La serie Doctor Who, en su larga andadura incluyó una gran variedad de mobiliario. Destacamos el ya citado sofá Terraza de Ubald Klug, la silla Lotus, de Paul Boulva, el sillón y el sofá modular Bogo, de Carlo Bartoli, la silla Vertebra, de Giancarlo Piretti, la silla Coulsdon, de William Plunkett, el taburete Pieff, de Tim Bates, la mesa Tulip, de Eero Saarinen o la mesa auxiliar Giano Vano, de Emma Gismondi.

El retrofuturismo de Blade Runner combinó varios estilos de manera muy efectiva. Recuperó elementos de la era atómica, como la lámpara de mesa Dazor, sobre el piano de Deckerd. También vimos el art deco de la lámpara Saturno, de Leon Houze, creada para la Feria Mundial de 1939. Y el modernismo de la silla Argyle, de Charles Rennie Mackintosh. Pero también otros de la space age como el vaso de whisky CIBI Double Old Fashioned, del italiano Cini Boeri o el sillón Elda, de Joe Colombo.

No quiero dejar pasar la lámpara Sputnik, de finales de los años 50. En realidad, pertenece a la era atómica y se atribuye su concepto al italiano Gino Sarfatti. Es un diseño precioso que recuerda a los modelos atómicos, a la fisión nuclear y la iconografía tan imaginativa de la época. Ha sido copiada y reinterpretada infinitas veces. Hasta nosotros llega el modelo más popular, que recibió el nombre de Sputnik y recuerda sin duda al satélite soviético, pero es probable que estuviera inspirado en algún modelo anterior de los años 30 o 40. De todos modos, la historia del diseño está llena de estos casos.

Sin duda, este sector ha transformado nuestra manera de vivir y nuestro entorno visual. Estamos rodeados de objetos y mecanismos que dependen de la producción industrializada y que constituyen la base de nuestro universo urbano. Y, por extensión, de nuestra civilización contemporánea. Muchos de ellos, por sus características estéticas, pueden considerarse obras de arte, y todos, en conjunto forman parte de una iconografía que constituye el estilo de una época.